CAPOTE, TRUMAN
Posiblemente, la más noble tarea si es que tal cosa existe tanto de la ficción como de la no ficción sea aspirar a alcanzar los escenarios donde suceden de verdad las cosas. La ficción bebe de la verosimilitud, la no ficción de la veracidad. Capote nos recordó algo que ya todos sabíamos: lo que sucede cuando mezclamos bebidas. Es la variedad de los vinos, no su calidad, la culpable. A la vez, nos hizo soñar con la posibilidad de que existiera un destilado mítico que pudiera combinar lo mejor de variados y exquisitos licores sin provocar resaca. Fue un proyecto ambicioso llevado a cabo por un escritor que estaba en plena y tortuosa posesión de sus dotes y en el momento álgido de su fama. Bebiendo su sangre fría aprendí muchas de las cosas que se pueden hacer, y muchas de las que no, en escritura. Y llegué a constatar que la ficción, lo novelado, no era la única forma artística superior que podía adoptar la escritura. Truman terminaría viajando en la caravana de los Rolling Stones en su gira del 72 para contarlo. Y Keith Richards, irreverente, le embadurnaría la puerta de su habitación con salsa de tomate, pintando la frase «In Cold Ketchup». Faena de aliño para recibir un Capote.
Sabino Méndez
Ilustración de cubierta
Federico Yankelevich